Ramón Jordán Alva
Presidente del COF de
Zaragoza
Editorial
Esta carrera de
las autonomías
se saldó con
17 recetas
electrónicas
estupendas pero
con un único
fallo, no se
hablaban entre
ellas. Diecisiete
sistemas
completamente
independientes
y estancos
17 recetas electrónicas
ay veces que me esfuerzo en comprender el por qué de las cosas y me cuesta lle-
gar a una conclusión comprensible. Me acuerdo que corría el año 2005 cuando en
Andalucía, en concreto en Sevilla, nuestros compañeros andaluces empezaban a
manejar una herramienta que en el resto de España nos resultaba todavía muy leja-
na. Me refiero a la receta electrónica. Este nuevo modelo aportaba una serie de ventajas
sobre la receta tradicional. Por ejemplo, ya no era necesario que el paciente crónico volvie-
ra a ver a su médico solo para recoger nuevas recetas, por lo tanto, más comodidad para
el paciente y, a priori, una mayor descongestión de las consultas de atención primaria. Ven-
tajas también en cuanto a la racionalización del uso de los medicamentos y el consiguiente
ahorro para las arcas autonómicas. Más beneficios de este nuevo sistema: reducción de las
funciones económico-administrativas del médico respecto a las recetas, disminución de
errores en la dispensación, comunicación directa entre el médico y el farmacéutico…, y,
seguramente, la más importante, la posibilidad de implementar una herramienta capaz de
mejorar la adherencia del paciente a los tratamientos prescritos por el médico.
En definitiva, se creó una nueva forma de prescripción y dispensación claramente mejo-
rada y con unas posibilidades tremendas. A partir de allí, otras Comunidades Autónomas
tomaron nota y los respectivos Gobiernos emprendieron una carrera para ver cuál de ellos
implementaba la receta electrónica antes y mejor. Después de Andalucía, fueron adhiriéndo-
se una a una las diferentes autonomías y el mapa de cobertura fue rellenándose hasta que
10 años después toda España tenía ya receta electrónica. Fueron 10 años de medallas de
los gobiernos autonómicos alabando cada uno los beneficios de sus recetas electrónicas.
Y desde luego no voy a ser yo el que critique esto. Detrás de la construcción de la receta
electrónica hay un trabajo ingente de técnicos de las administraciones sanitarias, de cole-
gios de farmacéuticos y una gran cantidad de dinero invertido que da como resultado una
muy buena herramienta con las ventajas antes citadas. Y el trabajo bien hecho bien vale
una medalla. Pero a las personas que están al frente de las administraciones públicas se
les debe pedir un poco más. Se les debe pedir una visión más global de las cosas. Y no
me refiero sólo a las administraciones autonómicas, también a la administración central. La
receta electrónica es solo un pequeño ejemplo. Esta carrera de las autonomías se saldó
con 17 recetas electrónicas estupendas pero con un único fallo, no se hablaban entre ellas.
En pleno siglo XXI, en un país relativamente pequeño como España y dotado con uno de
los mejores sistemas sanitarios del mundo, se decidió que el mejor uso de los recursos
públicos era crear diecisiete sistemas de información diferentes, uno para cada comunidad
autónoma, no conectados entre sí, completamente independientes y estancos, de manera
que un ciudadano español con una receta perfectamente válida en Aragón no podía obtener
el medicamento que necesita para su dolencia si estaba en algún otro lugar… ¡de su pro-
pio país! Uno de los grandes beneficios que se supone trae la tecnología, la capacidad de
acceder a datos que se encuentran en otro lugar, en la e-receta española desaparece. En un
mundo de globalización, donde los países se unen para ser más fuertes —somos parte de
una Unión Europea que dicta directrices comunes a todos los miembros— parece inverosímil
que suceda completamente lo contrario en el seno de nuestro país. En vez de globalización,
en determinados aspectos en España se produce una atomización que, como en el caso
que nos ocupa, ha producido serios problemas a los pacientes, que como ya he dicho en
numerosas ocasiones, deberían ser el foco y el objetivo de mejora.
Afortunadamente este despropósito se está empezando a enmendar. Desde 2016, varias
comunidades autónomas están realizando los cambios necesarios para implementar la inte-
roperabilidad de receta electrónica, de tal forma que el paciente recupere un derecho que
años atrás le fue cercenado, el derecho a viajar a otra comunidad autónoma. Un paso atrás
que no se hubiera dado si se hubiesen planificado bien las cosas.
Espero que este ejemplo nos haga meditar a todos, y temas tan importantes como la sani-
dad se traten de una forma global, con amplitud de miras y no como si fuésemos auténticos
compartimentos estancos. Los pacientes nos lo agradecerán.
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Bifar
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